Pensar en la comunicación impresa es pensar en dos importantes e inseparables actores: el diseño y la impresión.
Es imposible que uno se dé sin la participación del otro porque no hay solución eficaz sin un diseño bien pensado y con una impresión de calidad. Sin embargo es muy común que en la vida diaria nos encontremos piezas en donde falló uno de estos factores y ya no cumplió con el objetivo que ambos compartimos: ayudar a nuestro cliente a hacer negocio.
Y es que hay diseñadores que desconocen acerca de la enorme variedad de materiales, sistemas de impresión y acabados, lo cual hace que sus resultados de diseño sean pobres, limitados o insuficientes. Lo mismo sucede con impresores, que piensan que diseñar se trata de producir archivos con texto, imágenes y color. Pasando por alto consideraciones como la adecuada composición, cuidado de la legibilidad y lecturabilidad de la información, selección adecuada de fuentes tipográficas, orientación del proyecto hacia el segmento de mercado elegido, cuidado en la interpretación de significados y, especialmente, que es parte de una estrategia que debe solucionar la necesidad inmediata y producir valor de marca.
Cuando un cliente admira satisfecho los resultados de un trabajo impreso, al grado de presumirlo entre quienes le rodean, es cuando podemos afirmar que se trata de un proyecto conjunto entre profesionales. Así debería ser toda la comunicación impresa. No existe nada mejor que el trabajo en equipo con resultados verdaderamente profesionales, en su concepción, representación e impresión.
Nuestra sociedad consume proyectos profesionales y proyectos de los otros, los de las buenas ideas impresas en tonos de color diferentes a los indicados, manchados, fuera de registro, en materiales de baja calidad y completamente diferentes a los archivos originales. Ahí falta un profesional de las artes gráficas asesorando, participando, controlando los procesos y asegurándose de que todo salga de la mejor calidad.
Y qué decir de los impresos de calidad que son ilegibles, que dan un mensaje equivocado, que no tienen un orden de lectura, donde las imágenes no colaboran con el tema, donde los significantes producen significados muy alejados a los deseados, donde el cliente se quedará con las ganas de ver crecer su inversión o, por lo menos, de verla regresar.
Es un buen momento para fomentar las alianzas entre ambos profesionales, de comprender que ninguno podrá alcanzar el éxito sin la ayuda del otro. Que lo que esperan los clientes de nosotros es un trabajo impecable, eficaz y de la mejor calidad. El cliente desea hacer mejores negocios y para ello nos llama, cree y confía en nosotros y es nuestra obligación responderle y no fallarle. Es el momento propicio para fortalecer nuestro trabajo construyendo equipos de trabajo, acercándonos para aprender mutuamente, para comprender y valorar la importancia de ser exitoso gracias a la participación del otro.
Vamos haciendo equipo.